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En circulación Directorio Anarquista Latinoamericano

* Contra viento y marea, el vocero de la Comisión de Relaciones Anarquistas de Venezuela nuevamente sale a la calle, para enfrentar al maniqueismo tramposo que hoy abruma la escena político-social de este país y proponiendo alternativas consecuentes de libertad e igualdad en solidaridad.
Con la convocatoria a referenda revocatorios de los mandatos del Presidente de la República y de diversos diputados de la Asamblea Nacional, se abre un lapso electoral -tomando en cuenta sus diferentes momentos- de por lo menos 3 años de duración. Arranca de esta manera un período oscuro para los movimientos sociales de diverso signo del país, nefasto en tanto la electoralización de la crisis sólo legitima las dirigencias de los dos bandos neoliberales (chavismo cupular y oposición mediática) que actualmente se disputan el país. De las tantas consecuencias que esta realidad implica, sólo resaltaremos dos: La agudización del chantaje acrítico y la supeditación de las reivindicaciones concretas a la lógica suprema de la acumulación político-partidista.

Uno de los aciertos de los conserjes del poder de ambas toldas es haber consensuado mediáticamente una polarización política de l@s venezolan@s, maniqueísmo falso en tanto el accionar económico de ambos favorece al capital internacional y se exhibe ante ellos como garantía de gobernabilidad y apego a los cánones de la formalidad democrática. En un discurso vacío de propuestas y contenido, cada sector demoniza al adversario y se presenta a sí mismo como la garantía de valores abstractos -la "revolución" o "la libertad"- promocionados discursiva y emocionalmente a través de sus medios de comunicación. Si entendemos cada conglomerado como un partido, podemos fácilmente constatar cómo cada uno le exige a sus afiliados una incondicionalidad ciega, en la que todos los errores o componendas son siempre achacables a la eterna conspiración de los otros. Los cuestionamientos autocríticos, cuando los hay, se hacen en voz baja; si se ventilan demasiado los propios pares lo silencian con la sentencia "no hay que darle armas al enemigo". Respondiendo con "espíritu de cuerpo", militantes honestos de base se han pervertido al justificar lo injustificable, o en los peores casos, tolerar en su seno los actos que dicen combatir de los otros en aras de la "victoria definitiva". Si cualquier mínima disidencia interna era rápidamente adjetivada de "traición", en los días que se avisoran serán prácticamente autocensuradas desde el inicio.

Las élites políticas de lado y lado necesitan una participación de los suyos a conveniencia. Las agendas de cada movimiento social y su propia autonomía se hipotecan en pos de coyunturas decididas desde arriba. Las movilizaciones y los esfuerzos de cada cual se enfocan en legitimar a su bando como "la mayoría", postergando sus propias reivindicaciones para un momento que nunca llegará: la supuesta "profundización del Proceso" o la pretendida "restauración de la libertad". El movimiento popular ha cedido al chantaje y se ha convertido en un mero apéndice de una estrategia que legitima al Estado y sus mecanismos institucionalizados de participación, repetimos, una participación de piernas muy cortas. Después del aprendizaje experimentado a partir de 1992 -post Caracazo, con un accionar beligerante en ascenso-, desde 1998 los venezolanos somos únicamente convocados para hacer bulto de la comparsa electoral, pegar afiches e inscribir votantes. La autonomía de acción de los colectivos oprimidos -y su propia agenda política- queda relegada a un segundo plano, cuando no explícitamente recuperada o
inmovilizada. En este sentido las experiencias castradas de la toma de la Universidad Central de marzo de 2001, de las 9 fábricas "tomadas" por los trabajadores, la llamada "Constituyente petrolera", las ocupaciones de edificaciones urbanas y las asambleas de vecinos deberían aleccionarnos sobre cual camino evitar.

El trabajo inaplazable en el momento actual es profundizar las redes sociales de los de abajo, de los oprimidos y las minorías, prefigurando aquí y ahora las relaciones sociales liberadoras de todas las miserias que nos agobian. Señalar a quienes pretenden convencernos de elegir por lo "menos malo" y postergar nuestros deseos para un hipotético mañana como lo que son: burócratas -o aspirantes a serlo- ávidos de un pedazo del pastel. Revocar un cargo dejando la estructura de dominación intacta es permitir al poder que se reconfigure bajo nuevas formas y perpetuar la miseria, el desempleo, la inseguridad social y la entrega de nuestros salarios y riquezas al capitalismo globalizado, ese que bien representan las dos cúpulas en pugna.

Autogobierno, autonomía y autogestión ¡Ahora!
 
 

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